​Cada mes de diciembre Tolkien cedía su pluma a Papá Noel y sus historias recogidas en manuscritos de letra temblorosa y vacilante, por la edad y el frío, aparecían en la puerta de casa de los Tolkien para sorprender a sus hijos.  Relatos e ilustraciones sobre las aventuras de Papá Noel en el Polo Norte, junto a sus elfos y el oso polar, alimentaban cada Navidad las ilusiones de sus cuatro niños.  Muchas cosas han cambiado desde esa primera carta que Papá Noel “escribió” en 1920, pero si algo se mantiene intacto son las ilusiones navideñas de los más pequeños y el empeño de los padres del mundo por ayudarles a soñar con la magia de la Navidad.